Cuanto mayor sea el tiempo entre la extracción del diente y la colocación del implante, mayor será la posibilidad de necesitar alguna técnica para reconstruir la encía o el hueso alrededor del soporte. Por lo tanto, el mejor momento para implantar es lo antes posible después de que se haya extraído el diente natural.

El paciente siempre debe mantener una buena higiene bucal, cepillarse los dientes después de las comidas y usar hilo dental diariamente. Además, se recomienda el uso de cepillos interdentales, que ayudan a realizar una limpieza más profunda y llegar a las zonas alrededor del implante. También es recomendable que el paciente evite masticar alimentos muy duros para reducir la posibilidad de romper una corona. Y por supuesto, las visitas periódicas al dentista son fundamentales para el mantenimiento de los implantes y la prevención de futuros problemas.

El implante, al estar integrado en el hueso, es muy estable y no provoca molestias ni inseguridad. A diferencia de las dentaduras postizas o dentaduras normales, el implante no se desliza ni cambia de posición dentro de la boca. Con esto, el paciente puede comer, hablar y realizar todas las funciones con tranquilidad, sin correr el riesgo de pasar por situaciones embarazosas y humillantes. Además, tras el periodo de recuperación de la cirugía, el implante ya no provoca dolor ni problemas de adaptación. A pesar de ser más costosos que otros métodos de reemplazo de dientes, los implantes dentales son muy seguros y duran hasta 20 años o más.

Aveces si, aveces no. Porque después de que se introduce el soporte de titanio, se necesita un tiempo para que se produzca la osteointegración, que es cuando el hueso rodea y se integra con el implante y garantiza su seguridad. Solo después de 60 a 90 días se puede instalar el diente artificial sobre el soporte.

La mayoría de las veces sí. Sin embargo, el dentista especialista en implantes dentales necesita evaluar al paciente y, en algunos casos, solicitar pruebas adicionales.